Una vieja audaz



Hoy vi en plena avenida a una viejita en bicicleta. Era flaca y algo encorvada, tendría unos ochenta cortos o un poco más. Avanzaba rápido de pie sobre los pedales, como si el sillín no se hubiera hecho para ella. De tanto en tanto, con un movimiento enérgico del brazo derecho apuraba a los automovilistas que le obstruían el paso, quienes con una cara de asombro que ni te cuento aminoraban la velocidad. No inspiraba lástima ni el deseo de protegerla con la advertencia de que se cuidara de  los automovilistas o de alguna caída que podría serle fatal. No inspiraba inseguridad ni catástrofe inminente, sino ganas de llegar a ser una vieja como ella. 

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