Analogías fundamentales

Foto del Madrid Antiguo: Biblioteca Nacional hacia 1930.
Biblioteca Digital Hispánica (Biblioteca Nacional de España)


Lo veo entrar a la biblioteca y me ocurre lo mismo que con los libros: algo en él me llama la atención y trato de iniciar un acercamiento discreto, como cuando leo el resumen de la contratapa para orientarme.
¿Hasta dónde valdría la pena llegar?
Una relación o lectura liviana y rápida, de las que no dejan huella porque la cosa no da para más. Una relación o lectura ni tan superficial ni tan profunda, como las del verano. Podría ser que al conocerlo quisiera llegar un poco más allá de la mitad. Podría gustarme la forma. Y el contenido. Sentir la urgencia de descubrir la historia no contada, el desafío de entender su conflicto y los vericuetos de la trama, la necesidad de escuchar sus palabras certeras, con ese toque irrepetible que transforma lo cotidiano.
Al llegar a ese punto decidiré que no  lo perderé de vista, que lo mantendré a mi lado por un largo, largo tiempo, así como por nada del mundo perdería un libro apreciado prestándolo a alguien que jura en vano, sin una pizca de convicción, que lo devolverá en cuanto lo termine, ¡palabra santa! 

© Carolina Meneses Columbié

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