Cuento: Tortuga y Gata

Johan Potma



Tortuga descansa sobre la plataforma del estanque de vidrio.
Gata avanza, la vista fija y el vientre a ras del suelo. Estira la pata y empuja a Tortuga al agua. Gata corre, trepa al sillón de la ventana y se acurruca muy quieta. Tortuga se sumerge, nada hasta una de las esquinas del estanque y allí se queda un par de horas. De vez en cuando mira hacia la plataforma, intenta mover las patas, pero se arrepiente y se queda donde está.
Cuando Gata no existía Tortuga era la única mascota de la casa. Mamá Humana la sacaba del estanque y juntas nadaban en la piscina grande. Tortuga solía recorrer el patio o se quedaba la tarde entera en el rincón que más le gustaba por fresco y sombreado: detrás del librero. Nada ni nadie perturbaban su paz. Hasta que Gata apareció.
Día tras día Gata espera en el brazo del sofá a que pase Tortuga. Cuando está justo bajo sus patas salta sobre el caparazón, ruedan por el piso y quedan frente a frente. Una encoge el cuello y se paraliza. La otra pega el cuerpo al piso y mueve la cola en rápido vaivén. A veces llega Mamá Humana justo a tiempo para regañar a Gata. Pero cuando Mamá Humana no llega, Tortuga tiene que soportar que Gata la arrastre por toda la casa.
Día tras día Gata acecha el momento en que a Tortuga le sirven los camarones y en cuanto Mamá Humana da media vuelta, mete el hocico en el estanque y los devora todos.
Tortuga no lo soporta más. Una mañana cuando Mamá Humana la saca a tomar sol, se entierra en el lugar donde crece la hiedra.
Gata despierta al caer la tarde y lo primero que hace, luego de estirar el cuerpo, es correr al estanque. Pero Tortuga no está allí. Sigue hasta el patio, busca por los rosales, por los arbustos, busca por todos lados. Mueve la nariz para olfatearla. La brisa no le trae el olor de Tortuga. Con la cabeza gacha y paso lento Gata se dirige al estanque vacío. Se tiende al lado y apoya la cabeza sobre las patas. Una mosca vuela cerca de su oreja. Trata de cazarla. La mosca, más rápida, escapa hacia la casa de al lado.
Las semanas pasan y Tortuga no aparece. Gata no quiere comer. Gata no quiere jugar. Al caer la tarde se sienta en mitad del patio, mira hacia el cielo, mira hacia la derecha y hacia la izquierda. Un día mira hacia la tierra donde crece la hiedra. Nota una hilera de hormigas que se pierde entre las hojas. Corre hasta allí. Con las garras comienza a retirar las ramas.
Ve que las hormigas se meten por los agujeritos de un montículo de tierra removida. Las patas de Gata son ágiles y cavan con rapidez, el instinto le dice que debe apurarse. Choca con algo duro: el caparazón de Tortuga, del que asoman apenas las uñas por entre el incesante ir y venir de hormigas.
Gata olfatea, Tortuga se muere. Con un esfuerzo desesperado de patas y hocico Gata logra sacarla y corre a buscar a Mamá Humana, que está mirando tele.
Maúlla y maúlla Gata.
¡Silencio! Pide Mamá Humana. Gata sube hasta sus rodillas y por fin logra llamar su atención. Mamá Humana la sigue hasta el patio y encuentra a Tortuga moribunda. Pobre Tortuga, dice. La recoge, la lava y la deposita en el estanque.
Gata está inquieta, mira a través del vidrio, espera.
Mamá Humana lanza los camarones al estanque y Tortuga, de a poquito, asoma la cabeza. Está cansada pero hambrienta y Gata la deja comer.
Desde aquel día Gata y Tortuga viven en paz. Por la mañana salen juntas a tomar el sol. Tortuga estira el cuello hacia el cielo y Gata duerme al lado, con una de las patas delanteras sobre el oscuro caparazón.


"Cat and bird", Paul Klee




© Carolina Meneses Columbié, 2005



Comentarios

sol ha dicho que…
me diste ganas de llorar!
q lindo cuento. deje a mi gata con la tortuga porque me da la impresion de q tortuga esta aburrida y deprimida. Ojala ocurra como en tu historia.
CAROLINA MENESES COLUMBIÉ ha dicho que…
Puedo asegurarte, Sol, que la mejor compañía para una gata es una tortuga, y viceversa.

Cariños
Unknown ha dicho que…
Que lindo cuento ! Tortuga y Gata, me fascinó el estilo en que está escrito.

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